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Texto de la organización: 'Nacer todas las mañanas', de Fran P. Lorenzo

Texto de la organización leído en el acto de entrega del XII Premio José Couso de Libertad de Prensa en el Teatro Jofre, escrito por el periodista Fran P. Lorenzo. 

Contar lo que pasa. Nunca la misión suprema del periodismo fue tan compleja y, a la vez, tan necesaria. Y nunca tan expuestas, indefensas y desposeídas estuvimos las periodistas y los periodistas en la batalla diaria de la información. Perdimos, en primer lugar, la principal herramienta de la que disponíamos: el lenguaje, el rigor en las palabras, la exactitud. Ese talismán se extravió, hace tiempo, en el barrizal del espectáculo y de la banalización de los titulares y de los contenidos. La crisis económica exacerbó, además, la nociva práctica de retorcer el nombre de las cosas. Fue así como los deshaucios, los despidos, la corrupción, los expolios empresariales, los crímenes de violencia machista, el terrorismo bancario, la persecución de la disidencia política o las leyes que vulneran derechos fundamentales de la ciudadanía adquirieron denominaciones eufemísticas en las portadas de los periódicos y en las escaletas de los telediarios. El asesinato premeditado de José Couso por parte del ejército estadounidense se convirtió, por ejemplo, en una muerte desafortunada. Y quien quiso denigrar así su memoria boicoteó también la presencia de nuestro compañero en el espacio informativo. Porque la perversión del lenguaje va siempre de la mano del silencio. Y el silencio, como recordaba la poeta Adrienne Rich, es el principio básico de la inacción. Lo que se censura, aquello de lo que no se habla, revierte en algo paralizante y falso, que condiciona nuestras vidas.

Sin armas casi, esquivando imposiciones y directrices censoras, vetos lingüísticos y líneas rojas, salimos las periodistas y los periodistas en busca de nuevas preguntas. Buscamos otras maneras de contar lo que pasa y restituir el lenguaje, que es lo mismo que restituir la credibilidad. Pero, ¿qué encontramos al regresar, con el fruto de nuestro trabajo entre las manos? La desidia intelectual de unos editores que han entregado sus cabeceras a los bancos, a los anunciantes y a los poderes que subvencionan sus imperios en declive. Encontramos la mercantilización de la prensa, la compra venta de noticias, la vulneración de la frontera entre información y publicidad, hechos y propaganda. Tropezamos con empresarios-gurú que no saben interpretar el presente y que sólo ven en Internet una fuente de males, la coartada para sus recortes y el pretexto para exigirles a sus empleados un perfil multifuncional y flexible que falsea la realidad de la profesión, inmersa en un creciente proceso de autonomización y empobrecimiento free-lance. Nos encaramos con EREs, impagos, desigualdades salariales, contratos abusivos y becarias y becarios que realizan trabajos sin apenas remuneración. Nos encontramos con la feminización de la mano de obra y la ausencia de mujeres en los consejos administrativos, en las direcciones y en las mesas en las que se decide. Y hallamos, en los medios privados y públicos de este país, redacciones amordazadas, atemorizadas, adictas a los gabinetes institucionales y a las más rancias y manipuladoras rutinas informativas. Periodismo anestesiado, acrítico, insolidario, obediente, que acata las órdenes, incapaz de levantar otro relato colectivo que no sea el de su propia desgracia.

Por todo ello es necesario mirar hacia las empresas porque en ellas, y en ese estado de excepción que nos imponen a las trabajadoras y trabajadores, radica hoy el peligro real. Los ataques a la libertad de prensa no provienen de las declaraciones de un diputado. Ni siquiera del descrédito social que suscitan opinadores y tertulianos intrusos, que se arrogan la representatividad de este oficio y ofrecen circo y especulación en lugar de rigor y datos contrastados. La amenaza proviene de unas empresas periodísticas que son, hoy, la eficaz correa de transmisión de un poder político y económico, satisfecho con nuestra docilidad e indefensión. Nos debemos exigir autocrítica y ejercitar ese acto supremo de libertad e independencia que es decir NO. No a la manipulación informativa, no a la censura, no a la precariedad laboral, no a la vulneración por ley de nuestro derecho a informar. Contemos lo que pasa. Sin ilusiones pero sin desilusionarse. Y salgamos en busca de ese milagro del que habló el escritor portugués Miguel Torga: “Saborear os frutos do quotidiano sem ter o gosto deles na memória. Nascer todas as manhãs”. Repitámoslo. Decir NO y nacer todas las mañanas. Se lo debemos a quien no lo puede hacer y a quien, como José Couso, entregó la vida misma en el heroico y necesario acto de contar lo que pasa.
Fran P. Lorenzo, periodista.